La unidad del Destacamento Nacional de Rescate y Salvamento del Cuerpo de Bomberos queda en un atípico vecindario. Está separada por una cerca metálica de los terrenos del Cementerio Cristóbal Colón. Allí tienen un pequeño huerto, donde crecen escasos tomates y algunas matas de albahaca. “Hay que estar un poco loco para ser rescatista y hacer esto todos los días”, dice uno de los 75 técnicos de rescate de las cuatro compañías que pertenecen a esta unidad. La edad promedio de estos hombres ronda los 27 años y la mayoría lleva más de 6 de servicio.

El último miércoles de abril de 2015 apenas tuvieron tiempo de cambiarse el uniforme pues no podían perder minutos en ese protocolo. De los tres trajes impermeables que poseen, usan el NBQ en casos de contaminación química y en aguas altamente contaminadas; el traje seco, que los hace flotar, es ideal para aguas confinadas y aguas negras. Disponen también de dos tipos de trajes de buceo, y esta última vestimenta fue la que se pusieron los cuatro miembros de la Compañía 4 dentro del carro en la primera salida de ese día.

Según los datos del Oficial de Guardia, poco después de las 3:30 pm acudieron tras un aviso de hombre al agua, en 23 y Malecón. Este caso, así como otro posible derrumbe y un atrapado en una escuela en Prado y Trocadero terminarían siendo falsas alarmas. Luego se sumarían las inundaciones de Infanta y 20 de mayo, Jesús María y Compostela, Gloria y Carmen; y varios ómnibus pidiendo auxilio porque quedaron varados; primero un P6 en Marina y Malecón, después un ómnibus de Transmetro en las inmediaciones de la Iglesia de San Lázaro y Oquendo. Ninguno de ellos regresaría antes de las once de la noche a la unidad.

– Ese día estuvimos bajo la Variante 1- explica José Ángel Bermúdez, primer técnico de rescate-. En este caso, aquellos que están de descanso son activados para que apoyen a las compañías de guardia y puedan sacar otro carro del Destacamento. Estuvimos en el Pontón, en El Cerro, en Marina… Nosotros llegábamos al lugar que nos indicaban por la planta, desde el Puesto de Mando, y si veíamos que no había peligro para la vida, teníamos que seguir para la próxima dirección, sin perder tiempo.

– Éramos, en total, tres carros en la calle, en diversos puntos de La Habana, y mandaban al que estuviese más cercano a la dirección afectada a medida que íbamos recibiendo llamadas- comenta el primer técnico de rescate, Reinaldo Suárez, al que apodan El Pata.

El 29 de abril, el gobierno local de Pueblo Nuevo también llamó para reportar su situación. “Ellos tienen una estrategia bien estructurada y engranada para casos de inundación. El Consejo Popular trabaja en conjunto con la policía y la población del lugar. Nos pidieron apoyo porque incluso, con estas fuerzas, no eran suficientes”.

Imágenes tomadas por los vecinos en Pueblo Nuevo durante las inundaciones

Imágenes tomadas por los vecinos en Pueblo Nuevo durante las inundaciones (Foto cedidas por los vecinos del lugar)

De acuerdo con Raymon Rodríguez Lin y José Ángel, ambos jóvenes rescatistas, el Estado Mayor de los Bomberos activa la alarma según la cantidad de llamadas que se reciban de un mismo lugar en el número telefónico 105. Los carros tienen una velocidad reducida a unos 30km/h. No pueden ir más rápido por cuestiones de seguridad, por tanto, a veces demoran en llegar. A esto se suma que “los peatones y los choferes en la vía ya no tienen educación, ni cortesía vial. Sienten la sirena y no se apartan, no ceden el paso”, asevera Reynol Rodríguez, primer técnico de rescate.

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Mariela López es residente en la comunidad San Felipe del municipio Habana Vieja, una de las zonas más proclives a las inundaciones. Del 29 de abril recuerda a uno de los bomberos de rescate que ponía sus muletas en un bote y entraba a las casas para sacar del agua a las personas. Dio un detalle importante, “le falta una pierna”.

Llamé al número telefónico de los Bomberos, pedí que me comunicaran con el Destacamento de Rescate y Salvamento, y al indagar si había allí alguno de los rescatistas al que le faltara una pierna, me respondieron con una pregunta: “¿Cuál de los dos?”. Al teléfono, después, me pusieron a Reinaldo Suárez -le dicen El Pata-, y me explicó que en las inundaciones de abril estuvo él, porque su compañero Francis Hérnández ya se había retirado.

Cada vez que El Pata habla va revelando de a poco la aventura que ha sido su vida. Parece no alcanzarle el tiempo. Este hombre corpulento y de buen carácter, tiene un andar despreocupado pese a que su pierna derecha está amputada hasta casi la mitad del muslo.

– En el caso de San Felipe -dice El Pata- con lluvias así, tan fuertes como las de ese día, la posibilidad de una inundación en la zona era evidente. Fue una de las tantas salidas que tuvimos en esa jornada. Pero allí, internamente están bien organizados, incluso tienen un bote que para nosotros fue de mucha ayuda en la evacuación de las personas.

San Felipe es un barrio con altos niveles de insalubridad y con mucho material bacteriológico que se concentra en los tanques de basura. Cuando hay una inundación, el agua arrastra los desechos de esos depósitos, en los que incluso hay animales muertos y a los que se suman otros procedentes de municipios aledaños. “Nosotros nos metemos en el agua con trajes de buceo, trajes húmedos que nos protegen de las temperaturas, pero que no nos mantienen secos ni nos aíslan del agua sucia”, dice El Pata. “Es decir, que si hay una infección podemos cogerla nosotros también porque uno nunca sabe lo que hay en la basura”.

Con destreza, adquirida por la práctica y la comodidad en el agua, Reinaldo Suárez se abrió paso por las calles inundadas hasta el ómnibus atrapado en Marina. Deslizaba un bastón primero, suspendía su cuerpo, se inclinaba hacia delante y avanzaba luego con el otro bastón. Daba una zancada realmente larga, y hasta un poco temeraria. Así se le ve en uno de los videos que nos muestra en el Destacamento. Aficionado a la fotografía, incluso a la submarina; El Pata siempre fija una videocámara en su casco y al final de un servicio difícil, edita para sus compañeros en escasos minutos las pequeñas satisfacciones que les deja ese trabajo.

-Yo tengo un pequeño problema –dice– me encanta el agua. Si yo veo un charco me meto. En una inundación me engancho detrás del bote, por supuesto, metido en el agua.

Al parecer, este comportamiento persiste desde que tenía 13 años y se bañaba en los estanques que encontraba en las cuevas mientras hacía espeleología. Esa pasión derivó en una fuente de conocimientos que lo llevó al buceo, al escalamiento y a convertirse en instructor de esas dos últimas especialidades.

De aquella época le viene el sobrenombre.

– Dentro de los grupos espeleológicos está la tendencia a ponernos apodos porque dentro de una cueva, cuando gritas: Reinaldooooo; no se entiende. A mí, por el tamaño del pie…imagínate con 13 años y calzaba un 45, me pusieron El Pata y se me quedó para toda la vida.

Apelativo que vendría a signar también su futuro.

– Entré con 25 años al Destacamento y ya yo tengo 48. Comencé en 1989 como voluntario dando clases de escalamiento y buceo. A partir de ahí, se me empezó a meter el bichito de comenzar a trabajar en rescate. Hice todo el proceso hasta que lo logré.

A los tres meses de trabajo, mientras ofrecía un servicio, ocurrió el accidente. El 24 de mayo de 1992, en un almacén de municiones de una unidad militar del capitalino municipio de Guanabacoa se inició un fuego. Como parte de la unidad especializada, acudieron al lugar para proteger a los bomberos que ya estaban trabajando en el incendio. El fragmento de uno de los tantos proyectiles que explotaron ese día alcanzó su pierna derecha.

– Estuve casi otros tres meses entre operación, rehabilitación e injertos. La otra pierna, la izquierda, también se me afectó y tuvieron que hacerme un injerto de piel atrás porque el hueco que quedó era demasiado grande.

El Pata comenzó su propia rehabilitación yendo a bucear otra vez y en seis meses se incorporó a la unidad.

Su colectivo de trabajo fue un elemento importante en su recuperación. “En ningún momento mis compañeros dejaron que mis familiares se quedaran durante la noche en el hospital, ellos recogían a mi madre, la llevaban para la casa y ahí siempre había uno de ellos conmigo o a la hora de la visita”, dice.

– Dentro de mi trabajo yo conozco mis limitaciones, sé hasta dónde puedo dar y hasta dónde puedo llegar ante una situación determinada. Por mi experiencia, por tantos años de labor e incluso por la falta de mi pierna, hago cosas que otros técnicos de rescate no pueden. Cuando me incorporé a trabajar no me limitaron. Me llevaban a todos los servicios, apelaban a mi juicio y me dejaban participar hasta donde yo pudiera.

– Ahora, en el agua es otra cosa. Hay que competir conmigo, por la experiencia que tengo de buzo. Mi vida es el buceo. Pero igual sé que durante un servicio en el Malecón, si hay oleaje no puedo efectuarlo. Aunque en un momento determinado, si me tengo que tirar al Malecón pica´o, me tiro. Ah, entro más despacio y con más cuidado que el resto del personal, pero lo hago; sin embargo, trato de no arriesgarme y de no forzar la posibilidad de un accidente.

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A los siete rescatistas de dos de las compañías que participaron en el servicio del 29 de abril les pregunto: cuando ustedes llegan a la zona que les indican desde el Puesto de Mando, ¿cuál es el procedimiento o el protocolo de actuación, en el caso de inundaciones?

– El protocolo establece prioridades muy específicas, primero: salvar las vidas humanas y, en segundo lugar, los bienes materiales– responde El Pata.

En el caso de inundaciones, después de llegar al lugar, piden a algún vecino detalles que les permitan tomar decisiones de por dónde actuar y hacia dónde hacer la evacuación del personal que quiera salir. “Desgraciadamente, en derrumbes e inundaciones algunas personas no quieren abandonar sus casas, aunque sus vidas corran riesgos”, añade.

Otras personas son más precavidas, o sencillamente prefieren arriesgarse menos.

– En la calle Marina, cerca del hospital Hermanos Ameijeiras, se estancó un P6, el agua llegó hasta la mitad de los asientos y las 15 o 20 personas que quedaban dentro, que decidieron no salir por su cuenta, ya estaban entrando en pánico cuando nosotros llegamos- explican José Ángel y Reynol.

Carmen Susana Núñez era una pasajera de un ómnibus P1 que al llegar cerca de Cuatro Caminos tuvo que interrumpir el viaje.

– Cuando nos bajamos había un P9 cerca de allí, del cual los bomberos estaban sacando a algunos niños y mujeres. Yo también intenté ayudar un poco- nos comenta.

Con su teléfono móvil filmó durante algunos segundos. Cerca del Parque de la Normal, en el Cerro, varios de estos bomberos iban sacando en brazos a algunos niños que venían en una guagua escolar Girón, detenida igualmente por las lluvias. El recorrido que tuvo que hacer para llegar a su casa en San Miguel del Padrón ese 29 de abril le tomó unas cuantas horas. Cuando le preguntamos, resume la tarde en aspectos positivos y negativos.

– Las cosas malas: el pésimo estado del sistema de drenaje, el hecho de que el transporte haya colapsado; nuestra inconsciencia, o la poca percepción de nuestra situación, porque podíamos haber muerto electrocutados por algunos de esos cables caídos; pero la idea de llegar a la casa era lo que motivaba a las personas. Lo que sí vi bien fue la respuesta rápida de los bomberos. En cada esquina que me paraba había un Comando. Yo pasé un curso de Emergencia y Desastres y tuve la oportunidad de trabajar con Rescate y Salvamento y ellos nos decían: el día que suceda algo tan grande como el colapso de varios edificios en La Habana, no vamos a dar abasto. ¡No dio abasto el transporte, pero ellos sí! ¡Los veía en todos los lugares!

Uno de los Jefes de Grupo de Rescate, Wilmer Mendoza, advierte:

-El rescatista también debe tener mucha chispa y en ocasiones debe improvisar sobre lo seguro. Si la población siente un poco de satisfacción por lo que hemos hecho nos lo demuestra al final del servicio. Y por ahí medimos la calidad de nuestro trabajo.

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Intuimos que todavía existe mucho desconocimiento por parte de la población acerca de lo que realmente hacen estas cuatro compañías y los peligros a los que se exponen a diario.

-Siempre estamos de guardia 24 por 48 horas. A veces nos toca un derrumbe o un hombre al agua, un ahogado en una presa, donde el nivel de visibilidad es cero y es como buscar una aguja en un pajar. Luego regresamos, nos dan otra alerta y salimos con tremendo entusiasmo, sin sentir el agotamiento y luego resulta que era una llamada falsa- nos cuenta con un poco de frustración José Ángel Bermúdez, de 28 años.

-Ante cualquier evento debemos tratar de preservar nuestra propia vida, cosa que nunca hacemos. Aunque lo intentamos, acabamos siempre poniendo la vida de los demás antes que la nuestra- confiesa El Pata.

–¿Reciben muchas llamadas falsas?- pregunto.

–Muchísimas, a pesar de los sistemas de rastreo. Por tanto, a veces también hacemos salidas innecesarias– se lamenta–. Otras veces nos han llamado por una cosa y luego nos encontramos con una situación totalmente diferente, la suerte es que los carros nuestros están preparados para todo.

Una excepción: no traen agua. Por eso, cuando hay fuegos trabajan en conjunto con los Comandos de Extinción de Incendios.

–Somos puro hierro –dice José Ángel. A veces la población nos agrede porque llegamos a los lugares y tenemos que esperar por los carros cisternas.

Dentro de los Bomberos, este es el grupo de mayor especialización y técnica. Trabajan en las situaciones más extremas. Brindan apoyo al Sistema Integrado de Urgencias Médicas (SIUM), atención durante catástrofes naturales, y apoyo a los vecinos que les llaman para bajar a los gatos que se suben a un árbol o a un poste con tendido eléctrico.

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Leinad Vázquez Iglesias es uno de los 15 voluntarios del grupo provincial de la Cruz Roja de La Habana. Tiene 23 años de experiencia como miembro de esa organización internacional. El miércoles 29 de abril estaba en su casa en el municipio Diez de Octubre cuando fue activadoa través de su radiotransmisor. Le pidieron que se trasladara a Centro Habana y luego a Cuatro Caminos. Leinad y el resto de los voluntarios acudieron al llamado por sus propios medios. En la mayoría de los casos, se desplazaron en el transporte público, que ese día reportó afectaciones en al menos 70 ómnibus. Si las calles están obstruidas, para ellos también representa un problema.

Varios de los miembros del Grupo Provincial de Operaciones y Socorro realizan sus actividades cotidianas, trabajar, estudiar, etc. en sus municipios de residencia hasta que son activados por teléfono o por los radio-comunicadores. Uno de los principios fundamentales de la Cruz Roja es el voluntariado, por eso no reciben ningún salario por lo que hacen.

-Yo vivo en Santo Suárez, y de camino hacia donde me activaron pasé por Durege. Esta es una zona muy baja, donde afluye la lluvia que viene desde terrenos más altos. Ahí los pobladores han tenido que utilizar recursos como compuertas y muros con escaleras para evitar la entrada del agua. En esa calle, junto a otro voluntario tuvimos que sacar de sus viviendas a dos ancianas que vivían solas. Una de ellas estaba postrada y ya el agua le llegaba casi a la altura de la cama.

“Al servicio de la comunidad” es el eslogan de la Sociedad Nacional de la Cruz Roja Cubana que está activa desde 1909. Pertenece al Movimiento Internacional de la Cruz Roja, una organización no gubernamental de carácter humanitario. Por principio, esta organización es independiente, pero auxiliar del poder público, es decir del Estado.

La Secretaria General de ese organismo en La Habana, Giselle Garrido, explica que la Cruz Roja tiene que cumplir las leyes establecidas en cada país obligatoriamente.

-Y en Cuba la ley dice que todo lo que tiene que ver con desastres y conflictos se regula a través del Consejo de Defensa Nacional y la Defensa Civil. La Cruz Roja cubana se inserta en ese sistema, no hace acciones independientes o descoordinadas. De hecho, en el ámbito internacional, la Cruz Roja Cubana tiene mucho prestigio por eso -explica Giselle- porque no todas las sociedades nacionales han logrado establecer un buen nivel de coordinación con el aparato gubernamental.

Esa institución se estructura atendiendo a la división político-administrativa. Consta de una estructura nacional, filiales provinciales y municipales, así como de células que son los comités locales. En este último eslabón existe un presidente y un grupo de voluntarios que trabajan en los diferentes programas y en la capacitación de la comunidad donde ellos se insertan, tanto en primeros auxilios como en prevención de desastres.

-En los Grupos Especializados de Operaciones y Socorros a nivel provincial se supone que existan los recursos necesarios para los rescates. Sin embargo, esos recursos materiales a veces llegan y otras veces no. Para ofrecer esos servicios contamos con el mínimo indispensable -dice Leinad.

La Cruz Roja de La Habana dispone de un bote salvavidas inflable de más de 15 años de explotación. Tienen también algunos torpedos y chalecos salvavidas, así como varias aletas, máscaras y snórkel. Actualmente no cuentan con vehículos para la transportación.

-Por lo general, situaciones donde hay estructuras colapsadas, espacios y ambientes confinados requieren de recursos mucho más costosos. Lo que hacemos en estos casos es que nos unimos a trabajar con los bomberos y el Destacamento Especial de Rescate y Salvamento. Cada situación lleva un tipo de recurso; algunos muy caros, por ejemplo, el traje isotérmico para el rescate acuático.

Según Giselle, el Ministerio de Salud Pública es quien suministra el presupuesto para la compra de algunos de esos materiales. A veces, también los entrega la Sociedad Nacional de la Cruz Roja y, en ocasiones, se organizan proyectos para el financiamiento de varios instrumentos de trabajo.

-¿Cuál es entonces el procedimiento para el manejo de la ayuda humanitaria?

-Cuando hay un desastre, y se va a recibir alguna ayuda, la Cruz Roja lo coordina con el Consejo de Defensa Nacional y los gobiernos, quienes determinan cuáles son los damnificados. Es decir, la Cruz Roja no llega, trae sus donativos y los reparte al azar, sino que cuenta con la Comisión de Gobierno, en la cual participamos, que hace una evaluación de los daños. En nuestro caso, los donativos son espontáneos, porque la Cruz Roja en el mundo para recibir ayuda tiene que hacer un llamamiento de cooperación; pero en Cuba no se hacen llamamientos. Eso lo hace el Estado, la Cruz Roja no puede hacerlo.

Según nos dice, tras el huracán Sandy se recibió por parte de la Federación Internacional de ese organismo techos, colchones, kit de cocinas y de higiene. Esa acción fue coordinada por la Comisión de Gobierno, quien también determinó quiénes eran los afectados.

Ese es el procedimiento que está establecido por la Defensa Civil en las situaciones de emergencias. De igual manera se organiza la activación de las fuerzas voluntarias. El Gobierno, a través del Puesto de Mando de la Defensa Civil, emite la alarma. El aviso puede llegar, además, mediante la Dirección Provincial de Salud o la Sede Nacional de la Cruz Roja.

-En el caso de los Comités Locales de la Cruz Roja, en eventos de esta envergadura ellos deber tener coordinación con el presidente del Consejo Popular que es el responsable de la Zona de Defensa, ¿no?-, dice Giselle.

No necesariamente. Hay ocasiones y lugares en que no está designado el presidente de Zona de Defensa por parte del Consejo de Defensa Municipal, y es el presidente del Consejo Popular quien asume esa función. Justamente la duda sobre la responsabilidad de este último ante los desastres naturales, nos surgió cuando el 21 de agosto intenté hablar con el Presidente del Consejo Popular de Acosta en el municipio Diez de Octubre, quien no accedió a concedernos una entrevista, alegando que “las lluvias del 29 de abril fueron como cualquier otra”. En esa zona no se activó el Consejo de Defensa. Sacó de su portafolio la Ley 91 de los Consejos Populares, me la mostró, y me dijo que dicha ley lo amparaba, pues él no suplantaba las funciones del delegado.

Ahora bien, esas lluvias no fueron como otras. Basta decir que provocaron un derrumbe parcial en uno de los edificios de su propio consejo -San Lázaro e/ Carmen y Vista Alegre, Víbora- que puso en peligro la vida de unas diez personas.

La legislación emitida en el 2000, ciertamente solo refiere en el Capítulo IV de las atribuciones y funciones del presidente y de los vicepresidentes del consejo popular en el inciso l) formar parte, en correspondencia con lo establecido, del Consejo de Defensa de la zona. Pero por otra parte, en el Artículo 48 establece que el Consejo Popular promueve el desarrollo de la solidaridad y la cooperación entre los vecinos, a fin de propiciar la solución de los problemas que los afectan y de brindar una atención adecuada a las personas que pertenecen a grupos socialmente vulnerables de la población.

Asimismo, en la Directiva No. 1 del vicepresidente del Consejo de Defensa Nacional se especifica que “los consejos de defensa de zona organizarán las medidas para la reducción de desastres y elaborarán una guía de trabajo para el cumplimiento de las medidas de Defensa Civil (…) para dar respuesta a cada una de las situaciones de desastres de acuerdo con los peligros que se aprecian en el territorio de su responsabilidad”.

¿Entonces, a quién si no le corresponde?

La sede provincial de la Cruz Roja está ubicada en la Loma de Chaple, en Diez de Octubre, razón por la cual resulta peculiar que el grupo provincial haya acudido directamente a La Habana Vieja, pese a que fue uno de los municipios más afectados; y no hayan concentrado el apoyo en las zonas octubrinas, donde también hubo damnificados.

Según afirma Giselle, en los reportes de ese día, esa filial municipal no reportó ninguna movilización de voluntarios, ni la participación en los eventos de las inundaciones.

-Los municipios que reportaron participación ese día fueron Cerro y Habana Vieja, estos fueron los que se activaron y el grupo provincial apoyó a La Habana Vieja junto al Comando de bomberos.

Zonas de inundación en el Municipio Habana Vieja (Mapa creado con datos provistos por Aguas de La Habana)

Zonas de inundación en el Municipio Habana Vieja (Mapa creado con datos provistos por Aguas de La Habana)

En ese grupo trabajó también Leinad Vázquez.“Con lluvias súbitas es muy difícil accionar inmediatamente. Cuando ocurren esos fenómenos, la capacidad de respuesta no es que llegue a ser limitada o nula, sino que tarda. Los afectados siempre dirán que fue muy lento, porque en caso de crisis, la psicología juega con el tiempo. Me parece que se logró el objetivo primordial de nosotros que es salvar vidas”.

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Desde hace un tiempo se maneja el término de resilencia comunitaria asociado a a la capacidad del sistema social y sus instituciones para enfrentar los desastres naturales y, con posterioridad, mejorar sus funciones y sus estructuras. La reacción ante un evento climatológico como el del 29 de abril marca, inevitablemente, un punto de aprendizaje.

Esa jornada puso a prueba cada una de las piezas que componen el sistema integrado de la Defensa Civil; el cual establece con claridad el protocolo de actuación ante los tradicionales desastres naturales, mucho más efectivo en casos de huracanes y tormentas tropicales. Sin embargo, la práctica es más compleja que un lineamiento general sobre Orden Interior establecido en la Directiva No. 1 del vicepresidente del Consejo de Defensa Nacional, que se refiere a “organizar, dirigir y controlar la preparación de los órganos especializados para los preparativos y la respuesta a situaciones de desastre, en especial a aquellas de carácter súbito”.

El Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (CITMA) tiene entre sus responsabilidades, según la Directiva No. 1 del vicepresidente del Consejo de Defensa Nacional emitida en 2005, “la realización de estudios de peligros, vulnerabilidad y riesgos de desastres, así como el impacto ambiental de las situaciones de desastres”. Esta línea de investigación del CITMA permite a los gobiernos estructurar el Plan de Reducción de Desastres en los que se dicta a cada nivel lo que debe hacerse en las diferentes etapas del ciclo de reducción de desastres: preparación, prevención, respuesta y recuperación. La directiva establece, además, que dichos planes son elaborados por los presidentes de las Asambleas Provinciales y Municipales del Poder Popular en su condición de jefes de la Defensa Civil.

La Ley 75 de la Defensa Nacional establece, de igual manera, que los presidentes de las Zonas de Defensa son designados por el Consejo de Defensa del nivel superior. Es en la zona y en el Consejo Popular donde pueden identificarse los principales riesgos y evaluarse las capacidades para resolver algunas de esas vulnerabilidades.

Varios de los entrevistados coinciden en que una vez que la temporada ciclónica acaba, la percepción de riesgo en la población disminuye. La preparación de las comunidades para enfrentar los eventos inesperados pasa también por cómo se preparan los territorios y la nación. “Y una población que no esté capacitada en qué hacer ante el desastre es una población vulnerable”, dice Giselle.

Sobre el autor

Geisy Guia Delis

Graduada de Periodismo de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana (2014). Fue redactora reportera en la Redacción Informativa de 'Radio Rebelde'. Ha colaborado con el portal del arte joven cubano de la AHS, y con el sitio francés 'Cuba24Horas'. Participó en el Taller de Periodismo de la Fundación Panter y el periódico 'Taz' en Berlín, en 2015.

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