La producción agrícola de la finca Primero de Julio del municipio habanero Cerro apenas alcanza para llenar la pequeña tarima de venta a la población. Es, como diría Jesús Ortega, administrador del lugar, “una representación que no va a resolver el problema de alimentación del país”. Lo que sí resuelve hasta ahora la cosecha de 16 quintales semanales de hortalizas frescas es el abasto a dos hospitales y tres hogares para ancianos de la localidad. Desde que se fundó en 1991, el organopónico garantiza este consumo social y trata de hacerlo de manera rentable. Por tal razón, desde hace ocho meses, en la finca está instalado un novedoso reactor piloto de dióxido de titanio, que se utiliza para la descontaminación de aguas con elevada carga de materia orgánica.
El equipo funciona con tecnología de oxidación avanzada, que se basa mayormente en la generación de radicales hidroxilos mediante el aporte de energía para la eliminación de contaminantes a través de la radiación de luz ultravioleta. En los últimos años esta técnica se ha consolidado en el mundo como una alternativa eficiente en la destrucción de sustancias tóxicas, incluyendo las orgánicas, inorgánicas, metales o patógenos.
La Empresa Industrial de Riego (EIR), entidad cubana creada en 2015, es quien importa por primera vez el reactor. Según Santiago Burillo Panivino, gerente general de la empresa ICE INNOVA, recientemente otros diez equipos han sido comprados por Cuba. “La parte de Agricultura que tiene que ver con los organopónicos [se refiere a la EIR] hace como dos años nos planteó un reto: prácticamente todos los acuíferos de La Habana estaban contaminados y la contaminación era básicamente de origen orgánico. Entonces, empezamos a buscar tecnologías que pudieran ayudar, cuyos costos fuesen aceptables y que se pudiesen rentabilizar. Dimos con los reactores de dióxido de titanio que permiten, con un gasto mínimo, reutilizar ese tipo de agua; son equipos sencillos y fáciles de maniobrar”.
En el caso de la finca Primero de Julio, el reactor responde a una instalación de laboratorio para comprobar que realmente puede trabajar. Antes de que el equipo fuese ubicado allí, Jesús utilizaba el agua potable del acueducto para regar sus 200 canteros. “Esa agua es muy costosa, imagínate que hay meses en los que tenemos que pagar hasta 10 000 pesos por el consumo. Si sigue el problema de la sequía en el país, no van a dejar a la población sin tomar agua por mantener cuatro hortalizas”, explica.
Desde que el organopónico se construyó en 1991, también se creó un embalse para el riego; sin embargo, diez años después la empresa vecina, Seguridad y Protección (SEPSA), realizó un drenaje de aguas pluviales y albañales y contaminó el agua de la laguna. Entonces, Jesús tuvo que acudir al agua potable. “Probamos primero hacer dos pozos y no nos dieron agua. La empresa que los hizo nos cobró 4 000 CUC, 10 000 CUP, 200 litros de petróleo, 160 litros de gasolina y 10 kilogramos de electrodos. Cuando no funcionaron, se quitaron responsabilidad diciendo que eran pozos abiertos a riesgo, pero ellos tenían todas las condiciones para saber, antes de perforar, dónde se puede hacer un pozo y dónde no”. La solución que se le ofrece a Jesús con el reactor es sustituir el abasto del acueducto con el tratamiento de 24 m3 diarios del agua contaminada de la represa.
Entre 2016 y 2017, el ingeniero químico Alejandro Guevara Cardoso realizó ocho pruebas para medir los niveles de eficiencia de la planta. Según explicó, se logró obtener un agua apta para el riego agrícola con una sola pasada por el filtro. De igual manera, después de varias recirculaciones se eliminaron en más de un 90 % las Unidades Formadoras de Colonia de Escherichia Coli por cada 100 mililitros de agua (UFC/100ml), bacteria que se usa como indicador de contaminación microbiana. “El uso del reactor fotocatalítico puede aplicarse también al tratamiento de las aguas residuales que vierten las industrias, especialmente la farmacéutica y la alimenticia. En el mundo ha habido experiencias muy positivas con esta tecnología”, comenta Guevara. Uno de esos casos en los cuales no solo se ha usado esta técnica, sino que además se le realizaron innovaciones, fue en la transferencia de tecnología de Suiza a Burkina Faso en 2009, para el tratamiento de aguas contaminadas por pesticidas mediante una planta piloto de oxidación avanzada que funcionaba con energía solar.
Para que en el organopónico se emplee solamente el agua tratada en sus dos hectáreas cultivables es necesario optimizar también el sistema de riego, porque actualmente se desperdicia mucha agua. Jesús dice que el que tienen está en explotación desde hace casi 30 años y le sobran los salideros y las piezas antiguas. Por desgracia, esta situación no es exclusiva del Primero de Julio.
De acuerdo con Santiago Burillo, la propuesta de ICE INNOVA al país busca hacer entender que no solo hay que tratar el agua sino también hay que aprovecharla. “Por muy pequeño que sea el costo de purificar el agua de un embalse, la rentabilidad de la inversión aumenta si se es capaz de mejorar el consumo. Nuestros cálculos: la dotación de agua que utiliza el país en la agricultura es de 1,3 litros por segundo en hectáreas y con eso en cualquier provincia del país se cultiva papa o cualquier hortaliza sin problemas. El inconveniente es que esa agua tiene un costo y si se desperdicia se está tirando el dinero. Por eso hay que optimizar la parte de riego. Estamos trayendo a Cuba todos los componentes necesarios para la fabricación de las máquinas pívot de tipo circular para regar las grandes superficies. Aproximadamente el 8 % de la superficie cultivable tiene sistema de riego. Se pretende, en los próximos cinco años, alcanzar el 24 % de la superficie en riego, que es más o menos la media de lo que los países desarrollados llegan a tener”.
Se estima que si realmente los reactores fotocatalíticos llegan a comercializarse en el país, el precio oscilará entre los 5 500 CUC o 6 000 CUC. Si bien no es la opción más accesible para la mayoría de los hombres y mujeres que se dedican a cultivar la tierra, es otra alternativa para garantizar la suficiencia alimentaria en tiempos de sequía.
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