En Cuba, alimentar a un bebé rara vez se trata de elegir entre métodos o tendencias. Las papillas y purés, hechos con lo que se pueda encontrar, son una tradición que no responde solo a preferencias sino a la escasez. Es un método práctico y seguro dentro de un sistema que obliga a las familias a ajustarse a una realidad de carencias crónicas. Mientras tanto, en otros países, ha ganado popularidad un enfoque distinto: el Baby-Led Weaning (BLW), conocido en español como alimentación complementaria dirigida por el bebé. Un método que promueve la autonomía infantil y el desarrollo sensorial desde los primeros meses pero que, en el contexto cubano, plantea una pregunta inevitable: ¿cómo pudiera encajar una filosofía de autonomía alimentaria en un país donde los alimentos son escasos y las condiciones para prepararlos, inciertas?

Periodismo de Barrio responde algunas preguntas para comprender el método y ofrece consejos para implementarlo.

¿Qué es el BLW?

El BLW, desarrollado por la enfermera británica Gill Rapley, plantea que los bebés, a partir de los seis meses de edad, comiencen a alimentarse solos. En lugar de ser alimentados con cuchara, se les ofrecen trozos de comida blanda que puedan tomar con las manos, explorar y llevarse a la boca. Este método respeta los ritmos del bebé, permitiendo que decida cuánto comer y a qué velocidad. No reemplaza la leche materna o de fórmula, sino que la complementa.

Sin embargo, trasladar esta idea a un contexto como el cubano, donde el acceso a alimentos frescos y básicos está marcado por colas interminables y desabastecimiento, implica no solo ajustes, sino un ejercicio de creatividad titánico.

Varias personas compran frutas y vegetales en un puesto callejero en Cuba. La carretilla, cargada con mangos y tomates, refleja el acceso limitado y estacional a los alimentos en el país.

En Cuba, la compra de alimentos frescos es un reto diario. Los mercados ambulantes ofrecen frutas y vegetales según la disponibilidad del momento, una realidad que influye en la alimentación infantil y en la posibilidad de aplicar métodos como el Baby-Led Weaning. Foto: Archivo Periodismo de Barrio.

Beneficios del BLW: Lo que dice la ciencia

Los estudios sobre BLW son aún limitados, dada la reciente introducción de este método en mayor cantidad de hogares. Sin embargo, estudios como los de Komninou et al. (2018) y de Brown et al. (2011), entre otros, indican que el BLW puede contribuir al desarrollo motor y autonomía del lactante puesto que manipular los alimentos fortalece la coordinación ojo-mano y la motricidad fina. Los estudios apuntan también a una conexión entre la implementación del BLW y una relación saludable con la comida: al no ser obligados a comer, los bebés aprenden a identificar sus señales de hambre y saciedad. Otro beneficio reflejado en la literatura científica es la integración en las comidas familiares, al comer lo mismo que el resto de la familia se fortalecen los lazos de convivencia. Por último, la exposición temprana a diferentes alimentos puede promover una mayor aceptación de estos en el futuro.
Sin embargo, aplicar estos principios en Cuba requiere una lectura crítica. El concepto de “comer lo mismo que la familia” es complejo en un entorno donde los alimentos disponibles se reducen muchas veces a lo que se ha podido conseguir ese día. Y la diversidad de sabores y texturas no depende tanto del bebé como de un sistema que limita severamente las opciones.

¿Es seguro?

Uno de los principales temores asociados al BLW es el riesgo de atragantamiento. Sin embargo, el método no desvincula al cuidador o cuidadora del proceso de alimentación del bebé. Es imprescindible que un adulto esté siempre en el entorno y vigilante, como mínimo, aunque se recomienda que los adultos acompañen al bebé comiendo ellos también. Se debe además evitar ofrecer alimentos duros o pequeños, como zanahorias crudas, por ejemplo, y se priorizan texturas blandas. Otra recomendación es que las familias puedan acceder a información sobre maniobras de primeros auxilios, algo especialmente importante en contextos donde la llegada de una ambulancia es una utopía.

Otra preocupación es la deficiencia de hierro, una condición que la Revista Cubana de Salud Pública refiere como un problema frecuente en niños del país, en particular en el grupo de menores de dos años. La dieta de un bebé que siga el BLW podría incluir opciones como viandas cocidas o legumbres (ricas en proteínas y hierro), siempre que se encuentren disponibles. Las lentejas, por ejemplo, que se pueden ofrecer al bebé aplastadas para reducir riesgo de asfixia, constituyen una excelente fuente de proteína y hierro, superando incluso a algunos cortes de carne. Otra opción la constituyen los vegetales de “hojas verdes” como el puerro y la espinaca, que, aunque se debe ser más cuidadoso con su preparación por el riesgo de atragantamiento, se pueden ofrecer al bebé triturándolos e incorporándolos a otros alimentos como tortillas, o mezclándolos con frijoles aplastados para formar “bolitas” que el bebé pueda manipular solo.

El BLW, lejos de ser una fórmula rígida, puede adaptarse incluso en circunstancias extremas. En Cuba, alimentos como el boniato, la yuca o la calabaza, cocidos hasta alcanzar una textura blanda, son opciones seguras y que suelen ser un poco más accesibles según la temporada. Frutas locales como la guayaba, el plátano maduro o la fruta bomba también pueden formar parte del método, al igual que el pescado bien desmenuzado —cuando se consigue— o los frijoles aplastados.

Puesto de venta en un agromercado cubano con calabazas colgadas, plátanos, frijoles y otros productos locales, algunos de los cuales pueden utilizarse en la alimentación infantil con el método Baby-Led Weaning.

El Baby-Led Weaning (BLW) puede adaptarse al contexto cubano con alimentos accesibles según la temporada. Foto: Archivo Periodismo de Barrio.

Consejos para implementar el BLW en Cuba

Es posible combinar la autoalimentación con métodos tradicionales, como los purés, para que el bebé explore dentro de las posibilidades. La idea principal es mantener la autonomía del niño cuanto se pueda, de este modo, si le ofrecemos purés, dejarles usar las manos y practicar darles una cuchara cargada que ellos mismos puedan llevarse a la boca.

La vigilancia constante es clave para reducir riesgos. Por esto se recomienda también que los padres acompañen al bebé comiendo ellos, lo cual no solo ayuda a prevenir accidentes sino que establece también una rutina familiar y se promueve que el bebé tenga asociaciones seguras y placenteras con la comida.

Es importante dejar al bebé explorar texturas y sabores, por ejemplo la diferencia entre un trozo de aguacate y uno de brócoli, entre una frutabomba y una porción de tortilla.

Saber cómo reaccionar en caso de atragantamiento es vital, especialmente donde el sistema de salud no responde a tiempo. Es recomendable informarse sobre cómo dar los primeros auxilios al bebé, no solo para supuestos episodios de atragantamiento durante el BLW sino para cualquier emergencia médica.

El Baby-Led Weaning no es solo un método, es una invitación a repensar la relación entre los niños y la comida. Cuando criar a un hijo implica luchar contra limitaciones estructurales, adaptar este enfoque puede ser más que una forma de alimentar: puede convertirse en un acto de resistencia. Porque un niño que aprende a decidir, incluso sobre un trozo de comida, está aprendiendo a ejercer autonomía en un contexto donde tantas decisiones les son arrebatadas a las familias.

Si el BLW tiene un lugar en Cuba, no es porque resuelva la escasez ni porque ofrezca más opciones, sino porque introduce, desde los primeros meses de vida, una noción que el poder se empeña en borrar: la autonomía. No es una revolución, pero sí un gesto mínimo de autodeterminación en un entorno donde decidir es un privilegio raro. Un bebé que aprende a llevarse la comida a la boca sin que se la impongan no está solo alimentándose, está ensayando, sin saberlo, un principio básico: que su cuerpo le pertenece.

Sobre el autor

Claudia Barrientos Batista

Graduada de Sociología en el 2020 por la Universidad de York, en la ciudad de Toronto, Canadá. Ha trabajado como asistente jurídica especializada en derecho de familia, y reproducción asistida. Ha sido voluntaria de varias organizaciones no gubernamentales en el rol de Especialista en Apoyo Emocional y Acompañamiento.

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