Me acercaba al Barrio Chino de La Habana cuando descubrí una avalancha de personas que venían posiblemente desde el Hotel Saratoga, personas curiosas, asustadas, grabando con sus celulares todo lo que podían. Ya la noticia era viral: “se cayó el Hotel Saratoga”. Así que preferí centrarme en la reacción de las personas que estaban viviendo el momento junto conmigo, más que en la noticia misma. Había una multitud de gente, policías intentando controlar la situación, cristales por doquier, se respiraba un ambiente de incertidumbre. Me sorprendió ver a tantas personas de diferentes edades grabando con sus teléfonos celulares, todos queriendo captar una imagen del desastre.
Llegué al área del Hotel Saratoga aproximadamente media hora después de la explosión, era un ambiente de caos, estaban delimitando la zona cercana al incidente. Pasaban muchos escolares volviendo a sus casas; encontré la imagen más tierna en los hombros de un padre que en medio de tanta controversia llevaba a su hija lejos del desastre. Corrían muchos rumores sobre las posibles causas del siniestro: hablaban de bombas, atentado, fuga de gas, e incluso, algunas hipótesis relacionadas con la visita del presidente mexicano…; surgieron teorías que explicaban la explosión, en general se trataba de especulaciones sin base.
La realidad es que el majestuoso Hotel Saratoga estaba en ruinas; por todas sus caras había escombros, también habían sido dañadas las edificaciones contiguas. Intenté acercarme todo lo posible, había un olor extraño, no me pareció gas, pero tampoco pude identificarlo. Aún se veía humo, polvo, a las pocas horas ya era casi imposible acercarse al escenario, la policía delimitaba cada vez más la zona.
Me encontré con un ciudadano que me permitió acceder a su vivienda ubicada en la esquina de Monte y Cárdenas, justo en frente a la famosa Fuente de la India. Pudimos conversar un poco, en la casa había varias personas, entre ellas dos adultos mayores que me presentó como sus padres, aún notablemente nerviosos, su hermano y también un niño sentado en una esquina.
“Yo estaba cocinando cuando sentí que reventó la bomba. La gente empezó a dar gritos y corrimos para el balcón, mi mamá no escuchaba nada, fue tan fuerte el ruido que se quedó sorda por un tiempo, todas las cosas de cristales se rompieron”.
El hermano contaba: “Cuando ocurrió la explosión yo estaba cerca, intenté sacar a las personas bajo los escombros, pero al momento me botaron de ahí”.
Cuando salí del edificio me impactaron los rostros de los espectadores, ahora más entendidos y preocupados por la magnitud de la catástrofe, ya sabían de numerosos fallecidos y sus semblantes delataban la gran preocupación y tristeza que se apoderaba de todos.
En la noche tuve un último contacto con la escena, aún el lugar se encontraba rodeado por los curiosos, los familiares, los vecinos ansiosos de nuevas noticias, esperanzados de que fueran buenas. En el Saratoga no cesaba el trabajo, se laboraba sin descanso, y así supe que amaneció la calle está mañana.