Nunca fue tan real, para muchos de mi generación o la de mis padres, la temible cercanía de la muerte.
No se trata de una distopía, ni de una película de epidemias sobre la “gripe del siglo”, ni de algún cuento de nuestros abuelos… Ahora sí, ahora, mueren miles de personas cada día a causa de una nueva enfermedad: la COVID-19.
“Quédate en casa”, es la frase que se ha vuelto habitual alrededor del mundo y en varios idiomas.
“Quédate en casa y protégete”, protégenos a todos de la terrible enfermedad que desde el pasado 11 de marzo ronda las calles de La Habana y de Cuba.
No soy amante de las avenidas repletas ni me gusta estar rodeada de personas, pero lo que viví el domingo pasado, al recorrer varias calles de la capital, fue sin dudas una experiencia única en mi vida. La Habana Vieja, mi Habana Vieja, sitio que amo por su arquitectura, sus olores, su gente…, estaba desierta, sola, apenas las palomas y unos pocos perros y gatos deambulaban por sus calles. Caminé largo rato por los sitios antes más frecuentados y un silencio abrumador me estrujó el pecho; un silencio que solo rompía el obturador de mi cámara Nikon, mi vieja compañera de tantas batallas.
Estas fotos son las que nunca hubiese querido tomar, del mismo modo que no quiero fotografiar derrumbes o ciclones. Guardaré estas imágenes en mi mente y en mi lente, para que cuando todo haya pasado, dentro de muchos años, poder mostrar a mis nietos que la escalinata del Capitolio tuvo un domingo vacío, a pleno sol, al mediodía; recordar que los leones del Prado pasaron tiempo sin escuchar las risas juguetonas de los niños y que el Parque Central lucía muy triste sin su peña habitual de béisbol.
No solo Habana Vieja me regalo estas imágenes y un domingo de andar en soledad; también el Vedado y su calle 23 conmovieron mi mirada: pude fotografiar la arteria vacía, sin el ruido de los autos y sin el habitual movimiento de personas de un lado a otro.
El domingo todos los semáforos de La Habana cambiaron de luces solo para que alguien como yo cruzara la calle, o algún que otro transeúnte caminara angustiado.
“Quédate en casa”, dejemos que nuestro país se tome una pausa.
El planeta necesita respirar y florecer.
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